Cristián Velasco


Sensible al vínculo arte-vida, Cristián Velasco se instala en el cruce entre el individuo y el espacio que habita, investigando problemas conceptuales y estéticos asociados al cuerpo, la memoria, los conceptos de habitabilidad, territorio y tiempo.

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Cristián Velasco



Sensible al vínculo arte-vida, Cristián Velasco se instala en el cruce entre el individuo y el espacio que habita, investigando problemas conceptuales y estéticos asociados al cuerpo, la memoria, los conceptos de habitabilidad, territorio y tiempo. Interesado en los procesos de obra y en las posibilidades combinatorias del trabajo industrial y el artesanal, su personal propuesta transita libremente por la pintura, el textil, el video, la fotografía, el performance y la instalación.

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- Hay Pan
- Nexo
- Cosecha
- La falla verde
- Distanciamiento social
Sin temor al tigre ni al rinoceronte
- Pertenecer a ningún lugar
- Las cuatro caras de la dignidad
- Receta retenida
- Zona de flujo
- Red
- Autótrofo
- Gimnasia artística
- La tierra de todos, la casa de nadie
- Hogar
- Producto local
- Diálisis
- Sueños remotos
- Tripa
- Cortar-coser-rellenar- abotonar
- Duermo al amparo del arte
- Pinturas, costuras y bordados

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Dirección:
Condominio Los Pitalles.
Parcela 9, Tunquén.
Comuna de Casablanca.
Región de Valparaíso, Chile.

La incidencia de lo culinario en la producción artística de Cristián Velasco.


Las relaciones entre las prácticas artísticas y la alimentación son de larga data, sostenidas en el tiempo y la historia. Desde los murales en las Cuevas de Altamira con sus relatos de cacería y faena de animales, Rómulo y Remo amamantados por una loba, los códices Mayas, las esculturas andinas de cosechas y ciclos de la agricultura, entre muchísimas más, la humanidad ha utilizado el registro artístico para relatar esta relación vital.

En contextos modernos, Leonardo da Vinci hace converger un serie de estudios, creaciones y relatos en su libro Notas de Cocina, que lo vincularon a este cruce de disciplinas como retratista, cocinero y escultor de piezas alimenticias, dando paso a un progresivo como sistemático registro plástico y visual desde los bodegones, naturalezas muertas y gabinetes objetuales, en donde quedaron plasmados diversos acontecimientos domésticos, públicos y de conocimiento general que diversificaban a la cocina. La alimentación y la gastronomía como un tópico y contexto de vital importancia social, continuando este relato cronológico hasta fines del siglo diecinueve donde destacaron, también, figuras como Archimboldi, Pereda o Manet, entre otros. Es a partir del siglo veinte y sus vanguardias históricas, que éstas incorporan acciones alimenticias como soporte, materialidad y concepto en el desarrollo de obras, trabajos y teoría, como el surrealismo, el futurismo o las corrientes y escenas actuales contemporáneas del Pop Norteamericano, el Neo Realismo Europeo, el Arte Povera o el Fluxus, destacando también figuras como Daniel Spoerri, Carolee Schnemann, Gordon Matta Clark, Tiravanija, Víctor Grippo o el indispensable Antoni Miralda, quienes desde sus obras, proyectos y trabajos, articulan esta nutricia relación.

También en el caso de nuestro país han sido numerosos los trabajos, artistas o colectivos que han activado este vínculo, tanto en sus obras y proyectos, en sus teoremas o contenidos de vinculación artística, como Natascha de Cortillas junto a sus acciones y proyectos; escenas colectivas en los ejercicios de Desplazamiento del Grabado por la Vía Culinaria junto a Eduardo Vilches en la Facultad de Arte de la Universidad Católica; el Colectivo C.A.D.A y su operación desde el tejido social, La Olla Común  y su activismo comunitario culinario; Claudia Pulgar con sus panes serializados, decenas de ejercicios individuales como parte de procesos de obra y parte de las acciones y labor de Cristián Velasco.

En el año 2013, visita Chile el destacado artista catalán Antoni Miralda, considerado como el referente mundial de mayor relevancia en el Food Art. Una visita de preeminencia que confirma en nuestro país la importancia de esta escena a nivel global, convocando a 40 artistas, agentes culturales y culinarios locales, a ser partícipes de Sabores y Lenguas Capítulo Chileno, itinerancia y proyecto que Miralda ha realizado en gran parte de América Latina, cumpliendo con el ítem “Chile” en Galería Metropolitana, como parte de su periplo continental e invitando a estos convocados a intervenir cada uno un plato de comida blanco de 30 centímetros de diámetro, proyecto en el que Cristián participó como invitado e intervino este objeto con sus emblemáticas “lanas” de tejer.

En este proyecto, pude ahondar en el trabajo y obra de Velasco, encontrándome con una prolija, emotiva y singular manera de relatar, registrar y diseñar obras que, en parte, se acercan de forma sutil y directa a una composición desde lo doméstico, de variados saberes y oficios, que entre costura, textiles, recortes, injertos, pintura y acciones, van delatando incisiones que anuncian a la cocina y sus quehaceres como un preponderante accionismo orgánico de su introvertido operar, conciliando el espacio, objetos y herramientas culinarias en un discurso sostenido que se va adosando a nuevas y compuestas maneras de expresión y relación.

Expresión, en el sentido de activar una premisa visual plástica compuesta y formal, con marco para un cuerpo expositivo –temporal y coleccionable– que cumple también una labor altamente decorativa. De relación, en su diligencia más performática y de activismo público puntual, efímero y orgánico que convoca a las personas del entorno; público espontáneo que pasa a ser el resultado de esta puesta en escena y su operación, claves del arte relacional que, sin su participación grupal –impulsiva y/o convocada–, no permite que se lleve a cabo.

Es así que desde un recetario de materialidades variadas y de cercanía doméstica, Velasco procede en su obra visual con esta cercanía a lo culinario y es en obras como “Calor de Hogar”, donde el gran formato de su impronta incorpora apariencias como lana, papel mural, pintura e hilados, para relatar y presentar la imagen tradicional de una cocina hogareña, en donde ollas y herramientas de cocina nos sensibilizan ante este espacio del día a día, laboratorio familiar de emotivas y nutritivas relaciones.

También en esta serie incorpora un valioso elemento para describir su relato que lo vincula con lo alimenticio, y es con el uso de teteras, sartenes y ollas, los cuales ya en formato objetual, de volumen y por qué no escultórico, son intervenidas con su reiterado enmascaramiento de lana, otorgando una serializada calidez del gabinete culinario, extendido a pieza plástica que, desde una impronta individual y purificada en un entorno blanco, se elevan a una complejidad conceptual que aterriza en un imaginario decorativo manual, llano y sin pretensiones.

En el caso de sus “bodegones”, reactiva estas imágenes con un despliegue de texturas enternecedoras, en donde la reiterada calidez de la lana y su candente prestancia, homenajea el objeto utilitario, poniendo y proponiendo a modo de símbolo, teteras, tazones, pocillos, cafeteras y lozas, con fondos de papel mural intervenido de costuras y pliegues en incruste de un pasado cronológico, con cierto desgaste de estos fondos, revitalizados por hilados delatores de actualidad, dando por resultado un enaltecimiento a estos artefactos que nutren el cuerpo y el alma.

Continuando su quehacer visual y de acción, Velasco incluye a modo temático la frase “Gimnasia Artística”, en la cual va combinando el artefacto visual neto, que invita, incluye o propone acciones de movimiento, participación pública y desplazamientos territoriales, repitiendo señales a los componentes del objeto doméstico, en donde peceras, apachitas de piedras y platos, transan mediante un precario equilibrio sobre una pera de boxeo, aguardando un inminente golpe que desestabilice su forma, instancia que devela su pasión por las prácticas deportivas (fue un destacado atleta en su época escolar). También la acción en entornos naturales intervenidos por sus redes auto tejidas, o su emblemática imagen en traje de corderito con su esquema de órganos y sistemas corporales internos, pieza y registro que alude desde una humorada confección de vestimenta, a un enternecedor denunciante ambiental, desde un accionismo cruzado entre obra y labor del propio cuerpo como soporte.

Desde sus últimos trabajos, Cristián Velasco mete de lleno sus manos en la masa, conformando una serie de acciones en vivo desde algo básico, pero inteligentemente preparadas y pre producidas para efectuar la elaboración de pan.
El histórico, bíblico y cotidiano alimento base para numerosas culturas como la chilena, cuerpo para decenas de clichés, metáforas y representaciones en donde el cuerpo de dios se hace parte para uno mismo, ejecutando un proceso de misen place o el “todo a lugar” que cada cocina y sus preparaciones requieren, adosando una labor ligada al grabado desde lo culinario, que incorpora las nociones de matriz, edición y serie en estas operaciones, disponiendo los ovillos de masa en un orden tácito, pulcro, incólume y orgánico, para luego incorporarles como topping de polvo de canela, pimienta o cúrcuma las frases “confío”, “sueño”, “esperanza”, “tiempo” y “qué es arte”, entre otras. Estas alusiones de sentido y sentimiento interior en algunos casos y pregunta pública/grupal en otras, recolectando por medio del intercambio en vivo con los comensales/espectadores espontáneos, variadas reacciones individuales y emotivas; reseñas vivas que desde esta generosa entrega, activa un diálogo certero, cual encuesta que aporta a develar una serie de sentimientos y emociones desde el cuerpo social –acción relacional pura y dura– la que mediante el ofrecimiento de estos panes y su ingesta, van delatando un camino común y continuo en la obra de Velasco: un pausado y estructurado recorrido en donde oficios, acciones, materialidades y su filosofía de arte y vida, nos conducen a un reflexivo cuerpo de obra para observar, pensar, participar y degustar.



Adolfo Torres